jueves, 12 de diciembre de 2013

Gervasio Sánchez, la dignidad de un fotógrafo.

Volvió a llegar el otro día a mi correo electrónico un powerpoint sobre el discurso que realizó Gervasio Sánchez al ser premiado con el Ortega y Gasset de fotografía del año 2008. De hecho ese correo, u otro en diferente formato, quizá un pdf, ya había circulado en fechas más cercanas a las de la entrega de los premios y lo recordaba.
El caso es que el citado discurso breve pero pleno de dignidad y compromiso me impactó de nuevo y, como suelo hacer en estos casos, busqué las referencias en internet que demostraran la autoría y la información que allí se daba. Así encontré el blog "Los desastres de la guerra" del propio Gervasio Sánchez y una entrada suya donde hablaba de ese discurso y de cómo se extendió viralmente a través de la red y la repercusión que tuvo.

http://blogs.heraldo.es/gervasiosanchez/?p=843



La denuncia de nuestra doble moral siempre es algo que remueve nuestra conciencia, a quien la tiene claro. En la entrega de los premios Ortega y Gasset de aquel año la doble moral era intragable, inasumible, inconcebible,... pero tantas situaciones en este triste mundo lo son que responder ante esa miseria moral, abanderar la dignidad de los indefensos, es un gesto superior, un gesto que invita a pensar que esta mezquindad ética en que se desenvuelve nuestro mundo puede cambiar.

Se premiaba la foto llamada "Sofia y Alia" del proyecto "Vidas minadas" donde la ternura y la crueldad iban de la mano. Gran fotografía en la que el equilibrio se fragua en la placidez familiar frente al desastre de las minas antipersona. La foto habla por sí sola.

Aquí os dejo el discurso completo de Gervasio Sánchez. Fantástico.

Estimados miembros del jurado, señoras y señores:

Es para mí un gran honor recibir el Premio “Ortega y Gasset” de Fotografía, convocado por El País, diario donde publiqué mis fotos iniciáticas de América Latina en la década de los ochenta y mis mejores trabajos realizados en diferentes conflictos del mundo durante la década de los noventa, muy especialmente las fotografías que tomé durante el cerco de Sarajevo.

Quiero dar las gracias a los responsables de Heraldo de Aragón, del Magazine de La Vanguardia y la Cadena Ser por respetar siempre mi trabajo como periodista y permitir que los protagonistas de mis historias, tantas veces seres humanos extraviados en los desaguaderos de la historia, tengan un espacio donde llorar y gritar.

No quiero olvidar a las organizaciones humanitarias Intermon Oxfam, Manos Unidas y Médicos Sin Fronteras, la compañía DKV SEGUROS y a mi editor Leopoldo Blume por apoyarme sin fisuras en los últimos doce años y permitir que el proyecto “Vidas Minadas”, al que pertenece la fotografía premiada, tenga vida propia y un largo recorrido que puede durar décadas.

Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años.

Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad.Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad. Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película “Cuentos de la luna pálida” de Kenji Mizoguchi.

Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de las minas y al desminado.
Es verdad que todos los gobiernos españoles, desde el inicio de la transición, encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabricamos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo, y que me avergüenzo de mis representantes políticos.
Pero como Martin Luther King, me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte.
Muchas gracias.

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