viernes, 15 de noviembre de 2013

Mercedes Herrero. 10 falsos discursos sobre África.

Artículo de Mercedes Herrero del 3 de septiembre de 2013. Publicado en el blog "No me pidan calma" de La Voz de Galicia.es

Las informaciones que nos llegan sobre África son escasas y en general simplifican una realidad compleja que se intenta explicar a través de una serie de estereotipos. Este artículo intenta revisar los más recurrentes y llamar la atención sobre la construcción durante siglos de un imaginario en relación a este continente en el que predomina el desconocimiento y el desprecio.

1. África no tiene historia. Hasta la llegada de las potencias coloniales europeas era un continente aislado.

La historia de África suele narrarse como reacción a las sucesivas invasiones extranjeras: Grecia, Roma, Islam, colonización europea… Pero este continente tiene su propia historia. A través de los siglos se desarrollan diferentes reinos, cada uno con su organización, en general distinta a la que predomina en las sociedades europeas.
En nuestra Edad Media, África era un continente mucho más conectado al resto del mundo que Europa. Las relaciones comerciales se intensifican con la llegada del Islam en el siglo VII, que promueve el intercambio de productos con Asia. Las primeras relaciones establecidas por Europa fuera de sus fronteras llegan sólo en el siglo XIII.

2. La colonización europea supuso la llegada de la civilización a África.

La historia contada desde el punto de vista de Occidente se basa en que la “civilización” se sustenta en conceptos como vida sedentaria, organización en ciudades, estado-nación, economía de mercado, tradición cristiana, etc. Por tanto, cualquier planteamiento que difiera de lo anterior es rechazado y calificado de atrasado e inferior.
África posee y ha poseído siempre sus propios modelos de civilización que no coinciden con la visión eurocentrista del mundo. Pero el discurso de la superioridad y la “necesidad” de “civilizar” territorios “salvajes” ha sido utilizado para justificar barbaridades como la trata de esclavos o la propia colonización. En realidad África sólo interesa por sus materias primas, pero se camufla el saqueo con el falso argumento de que el europeo va a llevar a África el “progreso” (por no mencionar la misión “sagrada” de la evangelización cristiana) y se presenta a las poblaciones africanas como violentas, ignorantes e incluso estúpidas.

3. La trata de esclavos atlántica no fue un negocio de los españoles.

Entre los siglos XV y XIX llegan a América 12 millones de esclavos, demandados desde las colonias británicas, españolas, portuguesas, francesas y holandesas.
Los europeos, sobre todo británicos y portugueses, son los grandes artífices de este lucrativo negocio, del que España también se beneficia. Sevilla es desde el siglo XVI uno de los puertos comerciales más activos, ya que mercaderes sevillanos compran esclavos (o los cambian por productos, como vino) a tratantes portugueses y luego los venden en las colonias, en especial en Cuba. Lugares como Canarias se convierten en parte fundamental del itinerario de la trata y los esclavos negros llegan a constituir el 20% de la población en Lanzarote.
La trata de esclavos negros termina cuando la revolución industrial inglesa revela que la explotación de mujeres y niños resulta económicamente más rentable. En el siglo XIX el asalariado cumple con turnos de 12 horas, donde se le exige la máxima productividad bajo la amenaza de perder su empleo. El alojamiento y la manutención corren a su cargo y no genera gastos de vigilancia, porque no existe el riesgo de que se escape. Sin duda más conveniente que un esclavo.

4. África es pobre.

Al contrario. Entre las muchas riquezas de África figuran grandes cantidades de minerales, como oro, cobalto, cromo (esencial para la industria armamentística), diamantes, uranio (demandado por las centrales nucleares francesas), cobre y coltán, material imprescindible para la fabricación de teléfonos móviles y aparatos electrónicos. También petróleo, cuya demanda ha crecido en la última década con el surgimiento de las economías emergentes como China.
El gran problema de África es que no dispone de sus recursos, explotados por multinacionales que negocian con dirigentes políticos corruptos (o con las diferentes partes implicadas en los conflictos armados, en los países que los sufren) y saquean sin cortapisas la riqueza natural de este continente. Los beneficios de esta explotación económica no llegan a la población africana.


5. África necesita de las políticas de desarrollo occidentales para mejorar su situación económica.

Las ingentes cantidades de dinero invertidas en las cuatro últimas décadas apenas han dado resultado. Son muchos los motivos, cito dos: se extrapolan pautas de organización económica que no encajan con la realidad económica y social africana y se alimenta con el dinero de la cooperación a una élite corrupta. Eso en el mejor de los casos, cuando las políticas de cooperación no están directamente diseñadas para servir los intereses comerciales y de política exterior de los países donantes.
Desde el 11-S la cooperación ha estado al servicio de la agenda de seguridad de los países donantes. Abunda el discurso del “estado fallido” (que exonera a los países occidentales de su responsabilidad en los problemas que sufren los africanos) y la ayuda económica se concibe como instrumento para frenar dos grandes “amenazas”: el terrorismo islamista y la inmigración.

6. El modelo económico neoliberal es el que puede sacar a África de la pobreza.

Desde los años ochenta las instituciones financieras internacionales han promovido en los países africanos, como ahora en España, los famosos Planes de Ajuste Estructural, (PAE), desregulando la economía, para que el mercado funcione “libremente”, y reduciendo al mínimo los ámbitos gestionados por un ineficiente estado. Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional facilitan desde los ochenta grandes créditos a cambio de devaluar la moneda, eliminar los aranceles comerciales y jibarizar un estado ya débil, suprimiendo gran parte del gasto público destinado a los escasos servicios que los países africanos proporcionaban.
El resultado ya es visible en los años noventa: los intereses generados por los créditos asfixian a las economías de estos países, las grandes multinacionales aumentan su control sobre la explotación de recursos, los productos nacionales no pueden competir con los extranjeros, generosamente subvencionados por sus países de origen, y los estados africanos, cada vez más débiles, apenas tienen instrumentos para enfrentarse a esta situación.

7. África necesita activar sus relaciones económica con Europa y EEUU.

En los últimos años Europa y EEUU han perdido protagonismo en beneficio de potencias emergentes, como India, Brasil y, sobre todo, China. Estos países disponen de mucho dinero para invertir y no incluyen en sus acuerdos ninguna exigencia en cuanto a respeto a los derechos humanos o carácter democrático de las instituciones, aspectos que, al menos sobre el papel, son valorados por los gobiernos occidentales.
El gobierno chino recibe de África una cantidad ingente de materias primas. Y se está construyendo una imagen de “país amigo” al realizar cuantiosas inversiones y proyectos, que aparentemente ayudan al desarrollo de los países con los que comercia. Además las exportaciones de productos chinos a precios baratos han permitido el acceso a artículos de consumo, antes fuera del alcance de muchos africanos.

8. África genera inmigración

Europa es el continente que más emigrantes ha producido en los últimos 400 años. Personas de todos los países europeos han emigrado, sobre todo a América, empujados por guerras, persecuciones, o para escapar de la pobreza, generada a veces por procesos de progreso tecnológico, como la revolución industrial.
En África se estima que más de 19 millones de personas emigran dentro del continente. A Europa llega sólo una de cada cien personas que emigra.
En este continente se encuentra la mitad de los refugiados del mundo. Las catástrofes naturales y, sobre todo, los conflictos armados han disparado esas cifras desde los años noventa. Junto a este drama convive el de los desplazados: en 2008 más de 11 millones de personas huyeron, pero no salieron de las fronteras de su país.

9. Guerras causadas por motivos étnicos, o religiosos, o como consecuencia de la pobreza.

Los africanos no son más violentos que el resto de los mortales y conviene recordar que los grandes desastres bélicos de nuestra historia se han desarrollado en Europa.
Detrás de cualquier situación bélica hay un discurso ideológico que justifica su “necesidad”. El argumento de las tensiones por motivos étnicos y religiosos es recurrente y no sólo es utilizado por los medios occidentales. El “divide y vencerás” es la base de la propaganda dirigida a las poblaciones, envueltas en guerras absurdas contra los que ayer eran sus vecinos.
Hoy la violencia que sufre este continente está muy relacionada con la lucha por el control de los recursos naturales. Bandos que luchan todos contra todos (ejércitos poco profesionales y uno o más grupos armados dirigidos por señores de la guerra, a veces financiados por países vecinos) y cuya barbarie recae sobre la población civil. El caos generado por el contexto bélico se convierte en el escenario perfecto para que la explotación de las materias primas se lleve a cabo sin control.

10. Que no nos den lecciones de solidaridad.

Este concepto está muy presente en África, donde la idea de familia nuclear que predomina en Occidente no existe. Se extiende mucho más allá de los padres, hijos y hermanos y el sentido de pertenencia a una familia es uno de los valores fundamentales que se inculca en la educación.
A diferencia de las sociedades más ricas, donde la solidaridad suele sustentarse en lo que nos sobra, para los africanos la solidaridad es obligatoria en el amplio ámbito de la familia, independientemente de que se cuente o no con recursos, se presta ayuda a un miembro de la familia que está en apuros.



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